sábado, 30 de enero de 2010

A.G.M.

Me basta así

Si yo fuera Dios y tuviese el secreto,
haría un ser exacto a tí;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
(de eso sí estoy seguro:
pongo tanta atención cuando te beso);
entonces, si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico,
pero quiero aclarar que si yo fuese Dios,
haría lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia luz,
y corras la cortina impalpable
que separa el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra.
Lázaro alegre, yo,
mojado todavía de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello que,
en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves,
dejas abandonado cuando -luego- callas...
Escucho tu silencio.
Oigo constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta.


Mientras tú existas

Mientras tú existas,
mientras mi mirada te busque
más allá de las colinas,
mientras nada me llene el corazón,
si no es tu imagen, y haya
una remota posibilidad de que estés viva
en algún sitio, iluminada
por una luz cualquiera...
Mientras yo presienta que eres y te llamas
así, con ese nombre tuyo
tan pequeño,
seguiré como ahora, amada mía,
transido de distancia,
bajo ese amor que crece y no se muere,
bajo ese amor que sigue y nunca acaba.


Él. Escribía como ningún otro. Ángel González (1925 - 2008).

BuonpomeriggiO*

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