jueves, 21 de enero de 2010

Diamante

¿Sabías que la gente tiene el corazón hecho de varias cosas? Como una aleación de varios metales. Está formado por las cosas que nos llegan, que nos llenan, que nos emocionan y enamoran, las que nos duelen y aprietan... está hecho de las cosas importantes.
Pues su corazón estaba perfectamente ordenado. Constaba de varios cajoncitos, unos más grandes para las cosas imprescindibles, los medianos para las importantes y bonitas y los pequeños para las cosas que le gustaban pero que aún no conocía en profundidad.


Esos cajones estaban llenos de familia, amigos, colores, pintura, idiomas, viajes, emociones, arte, pérdidas, fiestas, películas románticas, noticias impactantes, recuerdos de la infancia, fotografías. Estaban llenos de sol y mar, de jazmines y de noches de verano con helados y risas. Estaban llenos de vida, de su vida, con las partes alegres y las tristes también. Estaban llenos de ella.
Pero entonces sin esperárselo se dio cuenta de que ya no le cabían las cosas que antes estaban dentro y no sabía que había pasado. Empezó a abrir sus cajones para averiguar qué había pasado.
Cuando ya estaba cansada de no encontrar nada abrió un último cajón, uno de los más grandes y ahí estaba él. Se había colado ahí dentro sin su permiso y había sacado un montón de cosas bonitas como viajes e ilusiones para hacerse un hueco.
Era extraño pero no se sorprendió en absoluto, él estaba ahí y era natural. Le dejó hacerse un huequecito pero él quería más y siguió sacando cosas importantes.
Ella se dio cuenta de que no podía seguir así y decidió sacarle de allí. Le costó sudor y lágrimas y mucho tiempo pero lo consiguió. Y volvió a ordenar sus cajoncitos.
Pero no se sentía como antes, algo pasaba que le hacía sentirse extraña y empezó a revisarlo todo para asegurarse de que no faltaba nada y de que tampoco sobraba. Y así fue. Todo en orden.
Pero había algo que pesaba más de la cuenta y todo empezó a chirriar, pero ella no lo veía.
Salió fuera alarmada por los temblores y crujidos y allí estaba. Allí estaba él agarrado a sus cajoncitos. Incrustado a su corazón como un diamante engarzado.



Él no se quería ir.

BuonaserA*


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