domingo, 11 de abril de 2010

Macarrones con Boquerones

Soltó una frase soez con aquel ritmillo en las palabras que indicaba que estaba imitando a algún palurdo de los que frecuentan ese lenguaje:
- ¡Que macarruzo te ha quedado! - dijo ella haciéndose la sorprendida, como si no hubiese oído esas palabras en la vida.
- ¡Macarrona tú! - exclamó él defendiéndose.
Inmediatamente ella abrió la boca falsamente ofendida.
- ¡Y tú boquerón! - gritó poniéndole en su sitio.
Entonces se miraron unos instantes a los ojos, cerca como estaban y él se le acercó lentamente como si le fuese a decir un secreto:
- ¿Tú crees que los macarrones con boquerones estarán buenos? - susurró sonriendo ya.
Y la seriedad tornó en risa, en carcajada. Se sintieron niños otra vez, que jugaban y se divertían, que rejuvenecían juntos cada vez que se hablaban.

Porque resurgían y resucitaban, porque todo lo malo se les pasaba sólo con sentirse cercanos, eran uno antibiótico del otro (o por lo menos un placebo), eran su agua en el desierto y se saciaban con cariño. Cada cierto tiempo se necesitaban, y lo sabían.
Pero lo suyo era como respirar cuando huele a amoniaco, que es necesario pero hay algo que te llega tan adentro que te marea.

- Amare Veramente -


"Si se te ponen los ojos grandes como a un niño, no es imposible sabrás amar completamente, plenamente. Eso que antes nunca comprendí claro ante mis ojos por fin lo vi, tu mirada es una caricia más, llega donde nunca ningun otro pudo estar... estar".
L.P.

BuongiornO*

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